27 de julio de 2015

De Docter a Guédiguian, del 25 al 4.



Pasar de espectador en la sala 25 de Kinepolis a espectador en la sala 4 de los Verdi, impresiona. Ir de una sala de cine a otra es toda una experiencia. En el contraste está el significado, dicen. La primera llena a rebosar, la segunda con 14 personas. La edad media en la sala de La Ciudad de la Imagen no llega a los veinte años, en la sala de Bravo Murillo casi todos lucen canas. Pasar de ver Del revés a ver El cumpleaños de Ariane sorprende.

La historia que cuentan en la sala 25 tiene como público objetivo a los niños, la protagonista es una niña de once. La sala 4 presenta una historia para mayores, protagonizada por una señora de más de cincuenta años. El origen de la película más taquillera es Hollywood el de la de menos espectadores es Marsella.

Las dos historias me han gustado. En la primera he conocido el mundo desde el punto de vista de una niña, en la segunda he conocido como sueña una mujer madura. La suerte me ha permitido disfrutar con las dos.

El equipo técnico de la primera es grande, muy grande, formado por expertos profesionales americanos. El segundo es más pequeño formado por profesionales franceses de provincias. Los dos hacen bien su trabajo.

Los creativos son personas normales que miran a su alrededor y toman nota para que funcionen sus historias. Los americanos centran su visión en la infancia, hacen referencias directas a lo que le pasa a los niños que tienen los creativos en casa. Los franceses escriben historias en las que se cuenta lo que sueña una mujer que puede ser la mujer que comparte la vida del director.

El reparto de la primera es más profesional, el de la segunda es más humano. La primera cuenta con actores de una industria más universal, dobladores, que dan forma al personaje.  La segunda se apoya en actores locales, son un grupo de amigos que llevan haciendo cine juntos muchos años y repiten su trabajo película tras película.

Me gusta, disfruto en el trayecto que va desde Hollywood a Marsella, de Docter a Guédiguian y viceversa. 
Y que dure.


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