16 de noviembre de 2025

Suena crudo el frio de Nebraska,


Para ser un día normal y en horario nocturno, había unas veinte personas en la sala. La película Bruce Springsteen: Deliver Me from Nowhere, dirigida por Scott Cooper, es una historia sobre los días que rodearon la creación del álbum "Nebraska" del Boss. Es una adaptación cinematográfica del relato del mismo nombre de Warren Zanes sobre ese trabajo de Bruce Springsteen de 1982.

La disfruté tanto como disfruto de su música. Es un drama introspectivo sobre el arte de la creación. La cinta puede ayudar a dar voz a hombres que a menudo no expresan su dolor, no saben cómo pedir ayuda o ni siquiera reconocen su propio sufrimiento.

Me gustó: 
  • La historia.
    • Cómo se humaniza a la estrella de rock, mostrando sus dudas existenciales, por otro lado, muy humanas.
    • La lucha por conseguir un sonido especial, brusco, duro y sin filtros como uno de los pilares centrales de la trama. Esta búsqueda me permitió valorar las posibilidades expresivas del sonido y sus diferentes tratamientos técnicos. Se trata de la defensa de un criterio personal, ajeno a las formas limpias y pulidas que impone el mercado, y ganar la batalla.
  • El uso de la cámara en mano para mostrar el desequilibrio. La cámara toma partido en las secuencias donde la duda y la incertidumbre son protagonistas. Utilizan cámara en mano con movimientos inestables que ilustran visualmente el caos emocional y la desazón de Springsteen durante ese período.
  • El tono desaturado de todo el filme, la ausencia de colores vivos, que concuerda con el mundo inseguro e incierto del protagonista.
No me gustó: 

  • El recurso del blanco y negro para los flashbacks me pareció un tópico muy obvio. El cambio entre fotografía en blanco y negro y a color para diferenciar los distintos períodos de tiempo me pareció demasiado explícito.

La verdad es que llegué a la obra de Bruce Springsteen un poco tarde; bueno, nunca es tarde para disfrutar de su música, y hoy soy un fan suyo.

El núcleo de la historia se construye sobre una herida abierta: el trauma infantil no resuelto, marcado por la figura de un padre distante y incomprensivo. La esquizofrenia, al parecer no diagnosticada, de ese hombre se cernió como una sombra sobre la vida temprana del artista.
El arco narrativo, visto en pantalla, me resultó estructuralmente familiar. Es la clásica fórmula americana: conflicto familiar, padre ausente o frío, madre acogedora, y una resolución que se inclina hacia un final positivo.

Sin embargo, lo que me interesó es cómo el guion aborda las dudas adultas del artista. El conflicto real de Springsteen no es solo con su pasado de clase social, sino con la paternidad: la duda y la imposibilidad de tener una relación estable con seriedad y firmeza; porque los padres, como todos, son personas que cometen errores, lo que nos aleja de la idea idealizada de ser padre.
El momento más honesto llega al final: ver los errores de los propios progenitores, no como actos de villanos, sino como las acciones fallidas de personas, reconducidos  en el necesario y complejo hecho de perdonar.

En definitiva, salí del cine como si me hubiese bebido un cóctel de psicoanálisis y cine. Una experiencia que resonó en mi cabeza más por su temática de fondo que por su forma. ¡Qué tiempos


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