Éramos pocos en el cine. Claro, con la película en tantas salas, era lógico que los asistentes se dispersaran. Este fin de semana, con 2.395.302 € espectadores en 362 cines.
Y, la audiencia estaba muy agitada; los niños armados con cubos de palomitas, los padres inquietos y los adolescentes parlanchines que comentaban la película como si estuvieran en un chat. Mención aparte para los solitarios de siempre, esos anónimos que van al cine a refugiarse del mundo… o del calor de estos días. *Superman*, la última obra del director James Gunn, cumple su misión: entretener y, sí, nos entretuvo un poco.
Los malos eran muy malos y los buenos, buenísimos. Los héroes las pasan putas (aunque con buen peinado), y los villanos (con poco pelo) gozan haciéndolos sufrir, provocando desgracias hasta el final, cuando –oh, sorpresa– el bien triunfa y los buenos ascienden al cielo.
Lo que me ha gustado:
- La música. La típica con la que el compositor subraya y apoya las emociones previstas en las imágenes aquí es fundamental. El icónico tema creado por John Williams a finales de los años 70, es de construida y reconstruida con respeto por John Murphy and David Fleming. Estos compositores crean nuevos temas con los que describen la personalidad de los diferentes coprotagonistas.
- Los efectos especiales. Por su cantidad y calidad que te hacen disfrutar de la bondad y la violencia de las acciones. Superman Behind the Scenes Look
- Ritmo trepidante: Una sucesión de espacios y acciones que no te dan tiempo a preguntas sobre la física de los agujeros negros. La película es una montaña rusa emocional y visual, sin pausas para la reflexión.
Lo que no me ha gustado:
- Los tópicos del guion. Los villanos son malos porque sí, y los héroes lo son sin fisuras. Los diálogos de cartón piedra, de manual de autoayuda:
- "Tus elecciones, tus acciones, eso es lo que te hace ser quien eres".
Es curioso, el tratamiento que se da a los padres. Unos padres superlimpios, impecables y correctos que abandonan a su hijo con unos granjeros de la América profunda, Los padres biológicos son seres de luz y ciencia; los adoptivos, gente ruda que, entre la cocina y el porche de la granja, inculcan valores a base de sentido común y sudor.
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