20 de febrero de 2016

Emociones a cambio de nada


Truman, una película en la que el guion marca el camino de manera firme y certera, y te lanza, sin pedir permiso, por una catarata de emociones. La historia en la que uno de los protagonistas abandona su zona de confort en Canadá para acompañar a un amigo en momentos difíciles resulta conmovedora. 
Guion original de Cesc Gay y Tomàs Aragay te atrapa y no te deja descansar durante toda la proyección.
Una bien hilvanada estructura de contenidos que se reconstruye a medida que avanza la narración y te hace que revises y reinterpretes sobre la marcha secuencias anteriores. Grande el giro que nos obliga recordar el viaje a Ámsterdam como algo diferente a lo visto hace solo unos minutos.

Los dos actores nos llevan de la mano con maestría a través de las vivencias de sus personajes. Transmiten su relación con una química especial,  

La imagen, que muestra de Madrid, me sorprendió. Esos portales de clase media acomodada, el hotel, sus casas antiguas y amplias en el centro, sus calles casi peatonales, sus bares y restaurantes modernos, etc.

Como secuencia desangeladora, me quedo con esa en la que el sexo se convierte en una salida falsa a la angustia y la desesperación. La soledad de un polvo, la angustia de un polvo, la inoperancia de un polvo furtivo, ....


En algún plano contra plano la colocación de la cámara me distrajo y alguna a profundidad de campo muy corta que dejaba mucho espacio al desenfoque también me inquietó. Pero las formas estéticas, en general, pasaron inadvertidas, me dedique a sentir las emociones que me proponían en pantalla. 

Al terminar la película, con los títulos de crédito casi sin comenzar, encendieron las luces de la sala, y se pudo comprobar que los ojos rojos dejaron lágrimas en los rostros de muchos espectadores.
Es un placer, antiguo quizás, compartir lágrimas en una sala oscura, como lo fue compartir sonrisas con los apellidos vascos. Estamos en el buen camino, Buen cine español es el que te emociona.

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