Me gusta Almodovar, siempre me ha gustado. En su cine manierista, rebuscado, barroco, etc. encuentro interesantes ejercicios de búsqueda. Ayer vi "Los abrazos rotos" encontré una larga historia con una brillante realización audiovisual. Su trabajo con los colores es magistral, en su paleta mezcla con toda la subjetividad posible: amarillos vibrantes, rojos saturados, negros naturales y azules turquesa.
Sus imágenes proponen texturas provocadoras e imposibles; como la propuesta de las manos de un ciego intentando sentir la imagen deseada en un monitor de televisión.
Todas las películas de este director tienen citas cinéfilas, aquellas que reconozco, siempre son acertadas. En este caso el referente visual de la película "Te querré siempre" de Rossellini es todo un acierto: la pareja sorprendida en acto amoroso por la erupción del Vesubio y encontrada después de muchos siglos por los arqueólogos.
Lo que me ha puesto un poco en contra son esas viscerales historias de amor y desamor y esos conflictos de paternidad tan propios de culebrón. Bueno para hacerlo un poco más intelectual esas historias melodramáticas con referentes claros a Douglas Sirk y al alemán Fassbinder.
Almodovar es un creador, un director que siempre tiene momentos magistrales en sus películas. Y también es un profesional hecho a sí mismo, que se reinventa en cada proyecto. Ahora, que la crisis nos obliga a hablar de emprendedores y las aulas se llenan de recomendaciones para formar innovadores, Almodovar y su hermano son dos acertadas carreras para seguir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario