Los niños resultan ser más inteligentes porque crecen en un entorno más diverso y repleto que les enriquece tanto como les exige hacerse más sabios. Las intrigas de los telefilmes o los videojuegos Actual multiplican al menos por tres el grado de complejidad que veíamos, hace treinta años, en las series de TVE.
Frente al repetido diagnóstico de los adultos empeñados en descalificar a los adolescentes porque no leen, se opone la evidencia de que el conocimiento no se obtiene ya en las profundidades de la cultura escrita sino en las superficies del plano audiovisual
Y termina planteando cuestiones:¿Se podrá, en consecuencia, seguir sorteando la realidad de una mutación en la cultura? ¿Podrá detenerse la insistencia en los contenidos y virtudes de la educación tradicional? ¿Será esperable, en fin, no agravar más el descrédito de la escuela y, de paso, la indolencia del alumno y la pandémica depresión del profesorado?
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