13 de marzo de 2025

Tarde de toros


La lluvia acompañaba al deseo de ahogar la soledad de la tarde en la oscuridad de una sala de cine. Con media entrada en la sala 4, el público esperaba el comienzo del lance cinematográfico. Albert Serra, director del documental, estructuró la historia como si fuese un director de lidia. Siguió al torero Andrés Roca Rey y lo mostró en todas sus facetas taurinas: el torero vestido con el traje de luces, desplazándose con la cuadrilla en la furgoneta, perpetrando los lances variados de la lidia y abandonan la arena por la puerta del coso. Todo ello narrado tras la imponente y enigmática mirada del astado como primer plano del filme.

Uno tiene la mente confusa, ha mirado el rito de frente. Ha contemplado el riesgo, la sangre y la muerte presentes y no ha apartado la vista. Yo me pregunto: ¿Tendría que mirar para otro lado? Y no tengo respuesta.

Lo que me ha llamado la atención en la película documental:

La planificación de cámara. El realizador ha tomado decisiones muy meditadas en la colocación de las cámaras. Consigue que la técnica cinematográfica se convierta en un personaje más, un testigo silencioso de la batalla entre el hombre y la bestia.
  • La ausencia de grandes planos generales del público. No hay planos de reacción del público, aplaudiendo o criticando, no hay generales picados de la plaza. Esta decisión despoja al evento de su carácter festivo, centrándose exclusivamente en el duelo mortal que entablan torero y toro.
  • Los planos son siempre cerrados con los protagonistas: toro y torero con la arena y el burladero rojo como telón de fondo. Estos encuadres  intensifican la sensación de claustrofobia y peligro.
  • La cámara está situada a la altura de los ojos del torero y de los ojos del toro. No hay picados. Esta perspectiva se torna provocadora a la mirada de los espectadores en la sala, intenta hacernos partícipes de la lucha a muerte. Esta elección impacta tanto al aficionado, acostumbrado a una visión elevada, como al detractor, que encuentra en la crudeza de las imágenes una confirmación de su rechazo. A los aficionados a la fiesta les ofrece un punto de vista al que no están acostumbrados y, más violento del que tienen cuando observan desde lo alto de la grada. Para el público anti taurino es una visión violenta, desagradable y sangrienta que les reafirma en su opinión de que esto no es una fiesta, es una sangría.
  • La cámara fija en el coche. Un plano medio del torero sentado, que se mantiene fijo en el montaje, invita a la reflexión sobre la psicología del protagonista, sus miedos y sus pensamientos antes y después de la faena. Nos propone a los espectadores un espejo en el que reflejarnos. Con este plano intenta descifrar la mente de un torero, antes y después de la faena.
  • La cámara en el hotel y en la habitación donde se viste el torero, nos da planos en los que se reencuadra la acción con reflejos en espejos. Propone una mirada furtiva, esquiva, que hace más íntimo el hecho de mirar la acción de calzarse el traje de luces.
  • Director de fotografía Artur Tort. Operadores de cámara: Manuel Bahamonde y Ciril Barba.
El sonido:
Un trabajo de sonido directo es excelente, meticulosamente grabado, que registra los sonidos esenciales:
  • Los primeros planos sonoros son:
    • El torero, incitando al toro y su respiración agitada.
    • El toro, sus bufidos y sus respiraciones jadeantes.
    • Los comentarios de la cuadrilla, valorados los lances y animando al torero. 
    • "En Tardes de soledad teníamos muy claro desde el inicio qué íbamos a microfonar al torero para tener su voz muy cerca,Los silencios, meditados en el coche y en la habitación", Jordi Ribas, diseño de sonido.
  • El público en último término. El griterío del público queda siempre en el fondo, como si fuese un soundtrack, no toma presencia casi nunca en primer plano. El griterío del público se diluye en un murmullo distante, relegado a un segundo plano sonoro, realzando la actitud del torero en el ruedo.
El montaje. 
  • Planos sostenidos. Con unos planos largos que acentúan la dramatización de la acción y le da al espectador la sensación de estar viviendo la verdad de lo que está ocurriendo en pantalla.
  • Los coleos de los planos que parecen reposar antes del corte. Cuando terminan muchas acciones queda el encuadre vacío mostrando la arena sin más, este es un ejemplo de la forma de unir planos en el documental.
El etalonaje, que consigue que el color rojo de la sangre  esté presente con nitidez y fuerza.
 
Uno sale del cine con la cabeza inquieta, porque el director ha transmitido la verdad de una tradición, el toreo, con los recursos estéticos precisos, sin juicios ni concesiones. Y duda de si esa verdad tan real es propia de una sociedad civilizada. 
Cuando uno ve armas, sangre y muerte en la sala de cine todos los días no se inmuta porque se saben falsas. Hoy las espadas eran de acero, la sangre roja y la muerte cierta. Y uno se palpa la cabeza e intenta darle algún sentido a estos hechos reales como en la vida misma. 


Por si quieres saber algo más sobre el documental.

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