Con el cine lleno, es martes y hay oferta para personas mayores. La película Una madre de Tokio dirigida por Yōji Yamada hizo que creyéramos en el romanticismo puro y claro. La historia de una madre que se enamora más allá de los sesenta, que acoge en casa a su hijo y a su nieta. El director nos permite explorar el contraste entre la modernidad de Tokio, simbolizada por una gran empresa y las vicisitudes de su responsable de recursos humanos, y un negocio de zapatillas a medida y la calidez del hogar que hay en su trastienda, donde reina la figura materna.
La sala disfruta en este microcosmos de intimidad y tradición, refugio del bullicio urbano. Y sigue con atención las aventuras y desventuras familiares en torno al negocio de elaboración de zapatillas a medida.
Me ha gustado:
- La planificación que permite contrastar las líneas de metal y cristal de los grandes edificios donde residen importantes empresas y las líneas de puertas y ventanas en la casa materna. La oposición entre la modernidad de Tokio, simbolizada por las líneas geométricas de frío acero en sus imponentes rascacielos, y lo acogedor del hogar, marcado por la tradicional construcción con madera.
- La iluminación, cálida del interior de la casa, construida con claroscuros muy difusos y unos tonos anaranjados y marrón madera que dominan las escenas de hogar.
- Los encuadres meticulosamente compuestos, perfectos y ordenados. Con reencuadres internos en cada plano marcados por puertas y ventanas. Esta composición de planos dentro del plano enriquece la mirada del espectador y añade profundidad a cada plano
Ha sido una proyección muy sencilla y llena de suave romanticismo. La historia que cuenta Yôji Yamada (nació el 13 de septiembre de 1931 en Osaka, Japón) me ha recordado al film de Perfect Days de Wim Wenders. Yo pienso que las instituciones de esta ciudad subvencionan el cine para que la percibamos como un espacio habitado, en su mayoría, por buenas personas.