He visto "El aspirante", la película dirigida por Juan Gautier. La sala estaba casi llena, muchos de los espectadores, compañeros del equipo de la película. Nos contaban una historia que siempre está de actualidad: las novatadas, las pruebas absurdas a las que se someten los nuevos, los que acceden por primera vez a compartir espacio y tiempo con un grupo. La trama narra algunos ritos de iniciación típicos de los colegios mayores. La productora es Smiz & Pixel que, según dicen, entiende el cine como una herramienta de sensibilización y transformación colectiva.
Juan Gautier ha realizado un buen trabajo. Ha dirigido bien a los actores que dan de credibilidad a la historia y ha construido con ritmo ágil la película, con lo que logra que las experiencias iniciáticas nos conmuevan profundamente.
Lo que más me ha gustado:
- El trabajo actoral: Un casting acertado y unas interpretaciones matizadas que nos sumergen en la compleja psicología de los personajes. Y nos permiten recorrer el espacio significativo por el que transitan los estudiantes.
- El montaje: Ágil y dinámico, acelerado, a veces muy acelerado. Realizado con cortes rápidos y bruscos que transmiten la angustia y la confusión de los protagonistas.
- La cámara: Con una inestabilidad controlada que intensifica la sensación de caos y desorientación.
Lo que menos me ha gustado:
- La iluminación me pareció excesivamente tenue en algunos planos, lo que dificulta apreciar ciertos detalles y dificulta seguir los pasos de la historia, en algunos momentos
La película me ha sumergido de lleno en el mundo de los colegios mayores, revelando una realidad que a menudo se oculta. La tensión palpable entre los nuevos estudiantes, la búsqueda de aceptación y el miedo al rechazo son elementos que resonaron profundamente en mí, como ya vividos. El director ha puesto en escena la esencia de estos rituales de iniciación, los oscuros juegos de promesas de poder y falsa camaradería.
Por fin, he visto a esos "niños pijos" (¿quién puede costear un colegio mayor en Madrid?) sin sus uniformes de escuela privada, desgarrándose en pequeñas luchas de poder. Ahora comprendo mejor los gritos desde las ventanas de los colegios mayores y las fiestas en los bares de Argüelles y Moncloa durante los primeros meses del curso. Si vives en Madrid, seguro que te has cruzado alguna vez con esos chicos nuevos, guiados por sus compañeros más veteranos.
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