9 de febrero de 2018

Molly protege su nombre



Un malabarista de las palabras, un artesano de las frases, un maestro de los diálogos, Aaron Sorkin, cuenta la historia de Molly una organizadora de partidas de póker en las que hombres con posibles se juegan cantidades millonarias dinero. 
La palabra, es lo importante en Molly´s Game y en esta historia los diálogos lo dicen todo, la voz en off lo subraya y la ausencia de palabras, lo que no se nombra, también es significativo. Se paga un precio por hablar y un precio por callar.

La película nos introduce en un ambiente dominado por el verbo. Todo está trenzado entorno al póker, juego en el que la palabra se utiliza como pantalla, la voz del jugador esconde el objetivo final de dicho jugador. El farol, es la acción más valorada en este juego de cartas, el farol es útil para distraer del contenido real de cada una de las jugadas, la palabra tapa casi siempre la verdad. Y el que mejor adorna sus apuestas, gana.

También está dirigido por el verbo el espacio de la consulta de un psicoanalista; en este entorno la palabra se reconoce como origen, y en el que la palabra del padre lo es casi todo. Por lo que no sorprende que el padre de Molly, la protagonista de la historia, es un psicoanalista.
Es de destacar el juego de "padres" que pueblan esta película. Los padres con hijas son tres en este juego de historias: dos dentro de la trama: el psicoanalista y el abogado; y otro externo: el guionista. Los tres padres de niñas, que ejercen como tales. Padres practicantes que creen y trabajan por una sociedad más honesta e igualitaria para sus hijas; los tres apuestan por construir una sociedad mas digna y habitable para el ser humano.

He disfrutado la película, he transitado por esta historia olvidándome de la técnica. No he pensado en la cámara y sus propuestas visuales, ni en el sonido y sus sensaciones sonoras.
El optimismo interno de la historia me ha reconfortado. El conflicto de la protagonista con el FBI, y como "La Ley" lo soluciona tomando partido por el individuo y le favorece para que sea dueño absoluto de sus silencios. 
Aaron Sorkin es un optimista, que habita en sus historias con personajes honestos, quijotescos que afrentan ingentes batallas contra molinos gigantes para el beneficio del individuo, como camino para mejorar la sociedad. 




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