La realización de directos multicámaras para televisión es una excitante experiencia vital. El realizador siempre está en tensión porque si se equivoca los errores se ven, las imperfecciones saltan a la vista y los despistes siempre percibidos por el espectador. Pero cuando no hay equivocaciones, la realización está bien hecha, es correcta y creativa todo parece sencillo y natural, como si no pudiese ser de otra manera.
Algo parecido pasa con la danza, es un espectáculo para disfrutar en directo, porque está lleno de riesgos y desafíos propuestos por los coreógrafos y ejecutados por los bailarines. Cuando un bailarín pierde el ritmo, se cae o se equivoca, el espectador tiembla, despierta; pero, si no hay errores, a los ojos del espectador todo parece fácil y sencillo.
Hace años descubrí a Maurice Bejart en el palacio de los Deportes de Madrid (cuando era joven, el dienero era poco y me colaba en los espectáculos) y me emocioné viendo su coreografía para el Bolero de Ravel.
Este homenaje es para el recientemente fallecido coreógrafo y para la persona con la que descubrí el ballet y con la que he compartido tantas noches de danza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario