Una tarde de cine entretenida, curiosa, divertida. Se presentaba como una tarde más. Llego al cine, mucha gente esperando para entrar, pero casi todos a la misma sala, la sala 2. La sala con carteles verdes y rojos. “Por favor, una entrada para Robot Dreams” le digo al taquillero. Me mira y afirma “es buena la película, con críticas favorables”. “Ya te contaré”, le respondo. Camino hacia la sala 3, me siento en la fila 7, butaca 5 y compruebo que seremos pocos en la sala.
Me ha gustado la película, me ha encantado la historia de la amistad entre el perro y el robot. Sus limpios dibujos animados, su textura clara, su paleta de color pura, que son una acertada adaptación del cómic original de Sara Varon.
No he dejado de maravillarme con los originales puntos de vista del director. Coloca la cámara en lugares sorprendentes. El director cuenta la historia con una mirada original, muy personal. Como en anteriores trabajos, esa forma de planificar ya es marca de la casa Pablo Berger.
Quiero recordar los siguientes puntos de vista: el trávelin desde la parte trasera de las tiendas del parque en la playa, el cenital en la tienda del chino, los subjetivos del robot, etc.
Detalles que hacen que la película sea especial para mí:
- La bolsa de patines con Naranjito.
- Los guiños al Chupa Chups, la fábrica del robot Berger y la postal de Barcelona.
- Ese robot que se sale del encuadre de la pantalla.
- Las referencias al Mago de hoz.
- La secuencia de los pájaros, que es cine mudo en estado puro.
- La canción, porque yo también recuerdo aquel baile en septiembre.
Al salir, me cruzo con el taquillero, “sí, es buena la película, la he disfrutado mucho”. Me voy pensando en que quiero dar la enhorabuena a Pablo Berger, su director, por lo mucho que he gozado viéndola. Y también me acuerdo del responsable de marketing que ha puesto los apellidos a la película de la sala 2, porque ha hecho reír a mi vecina.
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